¿Cómo comprender el aborto desde la mirada Transgeneracional?
Hablar de aborto nunca es sencillo. Es un tema sensible, íntimo y profundamente personal. Sin embargo, también es una realidad que ha estado presente en muchas familias, a veces en silencio, otras veces con dolor, y en ocasiones con un velo de tabú. Desde la mirada transgeneracional, el aborto puede entenderse no solo como la pérdida de un embarazo —ya sea de manera natural o provocada— sino también como un hecho que deja huellas emocionales, energéticas y simbólicas en la historia familiar.
Más allá de la religión, las creencias o la cultura, cada aborto forma parte de la memoria familiar. Reconocerlo permite dar un lugar a lo vivido y, sobre todo, comenzar un camino de sanación para la madre, el padre, y las generaciones que vendrán después.
El aborto y la información del inconsciente familiar
Desde esta perspectiva, cuando un embarazo no llega a término, se manifiesta algo que trasciende lo biológico. Puede ser vivido como una orden inconsciente de “no tener hijos” dentro de un linaje, o como una expresión de un miedo profundo de la madre frente a los cambios que implicaría recibir a ese bebé. El cuerpo, en algunos casos, reacciona rechazando la gestación; en otros, la sostiene hasta el nacimiento.
El aborto no solo implica la pérdida de un bebé, sino también de un proyecto de vida que no llega a desarrollarse. Esta interrupción deja un vacío que, muchas veces, la pareja busca llenar concibiendo pronto otro hijo. Sin darse cuenta, lo hacen como una manera de aliviar el dolor y recuperar la alegría perdida.
Pero ese nuevo hijo puede cargar de manera inconsciente con la memoria del que no nació. Puede crecer con la sensación de ocupar un lugar que no le correspondía, o incluso sentir que “alguien tuvo que irse para que yo pudiera estar aquí”. Esto puede traducirse en personalidades muy intensas, con mucha energía (como si llevaran dos proyectos de vida en un solo cuerpo), o en lo contrario: personas divididas, con dificultad para encontrar su propio camino.
El duelo silencioso
Un aborto —sea espontáneo o provocado— deja siempre un duelo. Lo importante es reconocerlo, porque lo que se niega o se guarda en secreto suele manifestarse en generaciones posteriores. Algunas mujeres viven sentimientos de culpa, incluso cuando la pérdida no fue voluntaria. Otras sienten miedo a ser juzgadas, a no cumplir con las expectativas, o experimentan temor ante la maternidad por experiencias difíciles de su propia infancia o situaciones económicas y emocionales complejas.
El cuerpo también guarda memoria. Muchas mujeres relatan cambios físicos después de un aborto, como una barriguita que nunca desaparece o dificultades posteriores para concebir. La experiencia, además de íntima, necesita ser mirada con compasión y acompañada con respeto.
El lugar del padre y del hijo no nacido
Con frecuencia, se olvida el dolor del padre, que también atraviesa silenciosamente la pérdida. Cada integrante de la pareja procesa de manera diferente, pero ambos son parte de la historia.
Desde la visión Transgeneracional, todo miembro de una familia tiene derecho a pertenecer, incluso aquel que no llegó a nacer. Dar un nombre, reconocer su existencia o simplemente darle un lugar en el corazón ayuda a que el sistema familiar se reorganice. No se trata de hablarlo en voz alta si no se desea, sino de un acto íntimo de reconocimiento que permite liberar y sanar.
Reconocer sin juzgar
Hablar de aborto no implica establecer juicios sobre lo correcto o lo incorrecto. Cada historia es única, con sus propios matices, dolores y aprendizajes. Lo esencial es reconocer la experiencia y permitir que ocupe un lugar en la historia familiar.
Un aborto no define a una mujer, ni a una pareja, ni a una familia. Pero sí forma parte de la memoria emocional del clan y, como todo duelo, necesita ser vivido, nombrado y contenido.
Preguntas para comenzar la reflexión
Muchas veces es muy difícil hablar sobre este tema, admitirlo y hasta incluso recordarlo. Pero cuando nos resuena en lo más profundo del corazón, cuando deja un eco o genera un reconocimiento en nosotros, puede ser el momento perfecto para mirarlo y liberarlo.
Aquí te dejo algunas preguntas que pueden ayudarte en tu proceso personal:
- ¿Sientes miedo o vergüenza de reconocer un aborto? ¿Por qué?
- ¿Existen abortos en tu familia de los que hayas tenido conocimiento?
- ¿Cómo se ha vivido esta experiencia en tu clan? (¿como un secreto, con culpa, con silencio, con naturalidad?)
- Si tú lo has vivido, ¿qué lugar le has dado a esa experiencia en tu vida?
- ¿Qué emociones emergen en ti al pensar en ese hijo que no llegó a nacer?
- ¿Sientes que es necesario reconocerlo, darle un nombre o un espacio simbólico?
Recuerda: no es obligatorio compartirlo con tu familia, pareja o hijos si no lo sientes. Lo más importante es que tú lo reconozcas, lo incluyas en tu historia y lo liberes.
Porque lo que se calla, lo que no se nombra, suele repetirse o expresarse de alguna manera en quienes vienen después. Y cuando lo reconocemos con amor, podemos transformar el dolor en un camino hacia la sanación.