En el recorrido de la memoria familiar, hay un linaje silencioso pero profundamente determinante: el de la abuela materna. Entre los cuatro abuelos, es ella quien transmite la mayor carga energética y emocional a través de las generaciones. Este lazo no es solo simbólico o afectivo; tiene fundamentos biológicos, epigenéticos y psicoemocionales que hoy podemos observar desde una mirada transgeneracional.
Durante el embarazo de nuestra madre, cuando aún se gestaba en el vientre de la abuela, ya comenzaban a formarse sus propios ovocitos. Eso significa que, dentro de ese pequeño cuerpo en desarrollo, se estaban formando las células que años más tarde darían origen a sus hijos. Es decir, tú te formaste a partir de un óvulo que fue creado en el vientre de tu abuela materna.
Este detalle biológico tan poderoso nos recuerda que no solo heredamos el color de ojos o la textura del cabello. También heredamos memorias celulares, programas inconscientes, emociones no procesadas, duelos silenciados y experiencias vividas por las mujeres del clan. La mitocondria, portadora exclusiva de la línea materna, guarda más que datos genéticos: conserva huellas emocionales.
Por eso, la historia de tu abuela materna tiene resonancias profundas en tu vida. Si vivió un embarazo en soledad, con sufrimiento, abandono o carencias económicas, es probable que esas memorias se hayan grabado en el sistema emocional de su hija —tu madre— y que, a través de ti, sigan buscando expresión, comprensión o liberación.
¿Alguna vez has sentido miedos profundos que no logras explicar desde tu historia? ¿Te relacionas con personas emocionalmente inaccesibles? ¿Vives conflictos repetitivos con la maternidad, el trabajo o el dinero? Muchos de estos patrones no se originan en tu vida, sino que son ecos de lo que ella vivió y no pudo nombrar.
Solemos oír que "la genética salta una generación". Este dicho popular tiene un trasfondo profundo: el óvulo del que naciste proviene de la abuela. Y con él, llegan también los conflictos no resueltos, los deseos reprimidos, los mandatos invisibles. Por ejemplo, si tu abuela fue obligada a casarse por conveniencia, quizá hoy tú sientas que el amor siempre es imposible. Si vivió una maternidad forzada, puedes experimentar un rechazo inconsciente a la idea de ser madre.
Muchos crecimos escuchando historias duras sobre nuestras abuelas. A veces, ellas quedan retratadas como las villanas de la familia: abandonaron, se fueron, no cuidaron. Pero rara vez se cuentan sus emociones, sus contextos, sus dolores. Cuando logramos mirar más allá del juicio y verlas como mujeres —no solo como abuelas— comprendemos que ellas también atravesaron realidades difíciles, decisiones forzadas, silencios impuestos.
Y aunque no hayas tenido una relación directa con tu abuela materna, la conexión existe. No depende del vínculo afectivo, sino de la memoria genética y emocional. Incluso si fue ausente o falleció antes de que nacieras, ella vive en ti.
Por eso, cuando comenzamos un camino de sanación y autoconocimiento, es vital mirar hacia atrás. Indagar en su historia, comprender lo que vivió, y sobre todo, diferenciar lo que le pertenece a ella de lo que ya no necesitamos cargar. No para dramatizar ni victimizar, sino para liberar.
Investigar quién fue tu abuela materna, qué vivió, qué secretos o dolores guardó, puede darte una comprensión profunda de ciertas emociones que hoy experimentas, sin saber del todo por qué.
¿Y si esa melancolía que arrastras no es solo tuya? ¿Y si esa sensación de vacío tiene raíces más antiguas de lo que imaginas?
El enfoque transgeneracional nos invita a mirar más allá del síntoma o del diagnóstico. ¿Y si esa sensación de tristeza, esa dificultad para maternar, para vincularte o para sentirte plena no es solo tuya? ¿Y si en tu historia familiar hubo mujeres que perdieron hijos, que fueron separadas de sus madres, que vivieron la maternidad desde el miedo o la soledad?
Explorar la historia de tu abuela materna puede darte respuestas. Y más aún: puede devolverte el poder de hacer las cosas distinto, de honrar el pasado sin repetirlo.
Preguntas para comenzar tu exploración:
- ¿Qué sé realmente de la vida de mi abuela materna?
- ¿Cómo fue la infancia de mi madre?
- ¿Qué tipo de vínculo tuvieron mi madre y mi abuela?
- ¿Hubo historias de abandono, pérdidas o duelos que no se contaron?
- ¿Me identifico emocional o físicamente con mi abuela?
Desde la mirada transgeneracional, muchas de nuestras heridas no comienzan con nosotros. Pero si pueden terminar en nosotros. Honrar el dolor del pasado no significa cargarlo para siempre. Significa darle un lugar, reconocerlo y, desde ahí, construir algo nuevo.
Honrar a la abuela no significa justificar lo que no comprendemos. Es reconocer que la vida nos llegó a través de ella. Y desde ese lugar de respeto, podemos agradecer su historia, abrazar su legado y, al mismo tiempo, dejar en sus manos lo que no nos corresponde seguir repitiendo.
Al identificar estos patrones, podemos hacer algo distinto. Porque aunque la historia esté escrita en nuestras células, también tenemos el poder de reescribir el presente con conciencia, amor y libertad.